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  • Foto del escritorManuel Alfonso Navarrete Salazar

OÍDOS SORDOS: LA NOVELA ESPEJO DE LA SOCIEDAD PERUANA

En su libro, La era del vacío (1983), el filósofo francés Gilles Lipovetsky sostiene que el sistema capitalista posmoderno trajo consigo un culto a una nueva forma de individualismo, hedonista y circunscrito a los límites impuestos por la búsqueda de la satisfacción personal. Sobre la base de dicha condición, el ideal que ha llegado a imperar en la sociedad moderna occidentalizada es el de que cualquier acto destinado a la obtención de un beneficio propio está justificado, aun si compromete el bienestar de los demás.

Esta condición es la que precisamente subyace en la trama de Oídos sordos, la primera novela de Julio Benavides Parra (Lima, 1977), publicada este año a través de la editorial Vicio Perpetuo. En el libro, es la búsqueda de la autosatisfacción, sea cual fuere el medio utilizado para conseguirlo, la que se erige como el eje temático principal en torno al cual giran los acontecimientos narrados.

La historia, expuesta a través de una prosa fragmentada, se teje principalmente alrededor de tres personajes, distanciados por espacios y tiempos distintos: Melquíades Arona, Alcides Chinchorro y doña Genoveva. El primero, obsesionado por la sed de venganza, busca ajusticiar con sus propias manos a José, un joven de costumbres libertinas que ha embarazado a María, la hija de aquel. La persecución que Arona lleva a cabo para ubicarlo y darle muerte es narrada a través de un discurso que refleja el acentuado pensamiento machista que determina el comportamiento y la psicología de Arona, para quien la honra de su hija (y, en extenso, la de la familia) solo puede depender de la preservación de su castidad. Chinchorro, por su parte, es un hombre que, motivado por la experiencia de haber vivido los gobiernos militares de Velasco Alvarado y Morales Bermúdez, decide participar en política con el objetivo de restaurar la democracia. No obstante, en su empeño por ocupar un escaño en el círculo de poder — para lo cual no dudará en hacer uso de impostaciones y máscaras sociales — desvía su atención del drama conyugal que vive Anita, su hija, de carácter sumiso y apocado. Por otro lado, doña Genoveva es una viuda entrada en años que debe enfrentar las no pocas querellas judiciales que el mujeriego Fidel, su difunto marido, le ha dejado a cuestas. La zalamería que utiliza para mantener en buen estado su relación con Sosa y Zañartu, los abogados que no dudan en recurrir a artimañas para esquilmar su fortuna, se erige como antípoda de la relación que mantiene con Katia, su sobrina, sobre quien busca ejercer una autoridad amparada en sus ínfulas de dama distinguida.

La prosa, matizada por momentos con breves discursos que nos remiten al ámbito futbolístico (es recurrente la mención a la selección peruana y al equipo de Alianza Lima), está construida con un lenguaje directo y que muestra por momentos un uso del sarcasmo, el cual funciona en este libro como un sello narrativo. No obstante, a pesar de su lenguaje frontal y carente de tapujos y eufemismos, Benavides se las ingenia para proponer reflexiones en torno a temas que, por lo general, suelen quedar relegados por el discurso oficial, a saber: las relaciones sexuales, el afán de poder, la homosexualidad y, sobre todo, el mantenimiento de una sociedad machista en la que la imagen de la mujer es construida desde una perspectiva que la condena a situarse en una posición de inferioridad respecto al varón, quien es el que, al fin y al cabo, determina su posición en la sociedad y su conducta sexual. De este modo, se explica que Melquíades, luego de enterarse del “agravio” sufrido por María por parte de José, opte por encerrarla en un convento, o que Anita, aun sabiendo de las inclinaciones sexuales de un esposo que no le presta la más mínima atención, deba resignarse a seguir cumpliendo el papel de cónyuge devota para así evitar las habladurías de una sociedad acusatoria y pacata.

Asimismo, no se puede dejar de mencionar un aspecto importante relacionado con la brevedad del libro. Benavides, consciente de que el lector promedio de estos tiempos suele rehuir de las novelas extensas, sintetiza su historia en una prosa precisa y puntual, y evita, de este modo, cualquier digresión que pueda terminar siendo insustancial e innecesaria.

Por todo ello, Oídos sordos se constituye como una novela estimable y correcta, en vista de que sabe exponer con acierto esa condición característica de la sociedad peruana: su tendencia a repetir errores y estancarse en hábitos que le impiden toda posibilidad de progreso.




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