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  • Foto del escritorManuel Alfonso Navarrete Salazar

La palabra poética como trasunto del alma

Los placeres del silencio (Edición artesanal, 2023), del escritor Francois Villanueva Paravicino (Ayacucho, 1989), se suma a un corpus literario que el autor trata siempre de mantener a buen recaudo de lo monótono y rutinario. De este modo, en este libro de poemas lo que prima es una voluntad por hacer del lenguaje un recurso que le permita al lector cuestionar conceptos que a menudo suelen ser incuestionables, no tanto por falta de voluntad, sino por falta de atrevimiento o de alcance reflexivo. Conceptos que en su momento forjaron mitos que intentaron explicar el sentido de la vida y el de nuestra posición en una realidad que a menudo nos rebasa.

Es importante empezar a leer el libro desde la página en la que se ubican las palabras preliminares. En ella, un editor ficticio indica que los poemas que integran el texto han sido creados por un tal Polyhistori Saggio, un hombre culto e inestable que ha dedicado los últimos diez años de su vida a construir versos que rinden tributo a textos cumbres de la literatura universal, cuyos títulos son, en parte, mencionados.

Este recurso, consistente en atribuir la creación del contenido de un texto literario a un autor imaginario se viene convirtiendo en tendencia en estos últimos años. Un ejemplo lo tenemos en “La única cosa que es probable que rompas es todo” (2021), el buen libro de Cristhian Briceño, quien también hace uso de poetas ficticios para justificar la construcción de múltiples voces poéticas. Tanto en el texto de Briceño como en el de Villanueva, dicho recurso es aplicado con acierto.

Luego, se presentan exactamente cuarenta poemas, todos ellos acompañados con epílogos firmados por autores a los cuales rinden homenaje. Asimismo, todos los poemas cuentan con doce versos repartidos en tres estrofas, con lo cual el texto mantiene una homogeneidad formal. En relación con el lenguaje, se presenta cargado de símbolos y metáforas que tienen como intención velada hacernos ver el alcance de la palabra como medio para ahondar en las profundidades del hombre, tal y como llegaron a concebirlo los autores homenajeados en el texto. Es así que en un poema titulado “Tratado de arte poética”, dedicado a Flaubert, el sujeto lírico dice “Desde la Torre de Marfil, anhelabas forjar lo etéreo / con los laberintos del orfebre de la exactitud, / que amaba el ideal más que la fortuna predestinada, cual el amante más ardiente, alucinado y fiel”. Vemos en estos versos la intención por usar la imagen del novelista francés para elogiar a la palabra poética y a su capacidad de abordar lo que a través de un lenguaje convencional resulta inabordable. Por otro lado, en el poema “El dolor y el placer” vemos también una intención por abordar de un modo más directo una temática social. Ello se debe a que, en esta ocasión, el poema rinde homenaje a la figura de Tolstói, un autor comprometido con los asuntos del hombre. De este modo, el sujeto lírico menciona: “Entre escombros, sangre y nieve, existe un patíbulo, / que flamea una bandera polvorienta de odio. / El desahuciado llora y brama clemencia sin ser oído. / Los verdugos crueles de venganza están idos”. Es así que el contenido de cada poema gira en torno a la figura literaria homenajeada, sin hacernos perder de vista el objetivo principal: hacernos comprender que la palabra, en tanto poesía, rezuma vitalidad.

Al final, el libro cierra con un epílogo en el que el editor (de quien no se llega a saber un nombre) deja en claro que el texto es “un tributo a la poesía, entendido como aquello que simula la 'palabra de Dios'”, en un afán por validar el clásico tópico de que, al final, el poeta es solo un medio que da voz a lo divino y que, por ende, todo nombre que lo identifique termina siendo únicamente otro grano más de arena que pasa a formar parte de ese excelso corpus que es la poesía.



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